La enfermedad puede aparecerse en el camino de una persona y ésta puede decidir combatirla con literatura, es una excelente elección para canalizar sentimientos y una imaginación especial ¿no les parece?
Por Sonia Rico, para Culturamas
Ciudad de México, 4 de marzo (SinEmbargo).- Hoy tengo dos casos famosos de los que hablaros. Robert Louis Stevenson nació en Edimburgo en 1894. Es famoso por El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde y La isla del tesoro. Hijo de ingeniero y de una madre que siempre padeció las mismas enfermedades respiratorias que él, así como una complexión débil. El pequeño se vio obligado a permanecer en su cama durante meses y se dice que desde su ventana solo podía ver un pequeño arbusto similar a una palmera. Quizás en estas circunstancias se fraguara la ensoñación para escribir La isla del tesoro. Su niñera Cummy le contaba historias bastante truculentas y esto le llevó a padecer pesadillas. Estos hechos se consideran importantes en la creación de su imaginario.
Stevenson estudió Derecho en la Universidad de Edimburgo aunque nunca fue famoso por su carrera. A él le interesaba el estudio de la lengua. Enseguida empezó a tener síntomas de tuberculosis. Se casó, viajó y vivió en diferentes lugares pero siempre llevó consigo el fantasma de la enfermedad. Hasta el punto de que había escrito en una carta un año antes morir: “Durante catorce años no he conocido un solo día de salud. He escrito con hemorragias, he escrito enfermo, he escrito con estertores de tos, he escrito con la cabeza dando tumbos”. Murió en 1894 de una hemorragia cerebral.
Jack London, estadounidense, nacido en 1976, es famoso por “Colmillo blanco”. Era hijo ilegítimo de un astrólogo llamado William Henry Chaney, y de Flora Wellman, una profesora de música de buena familia procedente de Ohio que se dedicaba también al mundo de lo oculto, concretamente al espiritismo. En 1897 se embarcó a Alaska siguiendo la fiebre del oro sin embargo esta aventura fue nefasta para su salud y, al igual que muchos otros que trabajaban mal alimentados en los yacimientos de oro, desarrolló escorbuto. Sus encías se hincharon, provocando la pérdida de sus cuatro dientes, sufría constantes dolores en la cadera y los músculos de las piernas, y su cara se llenó de llagas. Así que después de malvivir regresó enfermo y fue así como transformo el fracaso en algo bueno al dedicarse a la literatura. Fue en gran parte autodidacta y leyó a Darwin, Stevenson, Marx, Poe, Kipling…convirtiéndose así en una especie de socialista de espíritu aventurero.
London sobrevivió a las duras condiciones en Alaska y de esta experiencia salió una historia “To build a fire” (1908) que está catalogada como la mejor de sus historias. Trata sobre un torpe buscador de oro que ignorando los peligros de la naturaleza, al final muere congelado por no ser capaz de hacer un fuego. Se dice que London podría haberse identificado con el personaje, y debió presenciar actos parecidos en la vida real mientras estaba en Alaska.
En el centro de su visión del mundo está en principio de lucha por la vida y la supervivencia de los más fuertes, como podemos ver en otras de sus obras: La llamada de la selva, Lobo de mar, Luz del día.
Sin duda, la literatura ha ayudado a muchas personas a superar problemas o por lo menos a hacer más llevaderas sus existencias. En el caso de estos dos escritores han luchado contra la adversidad para dejarnos el gran legado de sus obras. Tiene mérito y nosotros se lo agradecemos.
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